lunes, 10 de septiembre de 2007

Yo soy...

En este rincón del mundo se ha puesto de moda defender la identidad. ¿Qué identidad? Nadie sabe. La pluriculturalidad se ha convertido en un pretexto para desatar la furia contra el "otro", ese que no soy yo y que no comprendo.
La verdad es, sin embargo, que más allá de los intereses, la cultura, las costumbres y todo aspecto en común que se tenga con un segmento poblacional, tal "identidad" es un ideal totalmente abstracto y que se construye solamente en la mente de quienes creen compartir con fervor símbolos, hábitos, una lengua y exagerando la figura las mismas angustias y las mismas alegrías.
¿Soy yo capaz de aceptar al otro, acogerlo y comprender toda su carga subjetiva?
Falso.
Se comparte el espacio geográfico, las montañas nevadas y la melancolía del altiplano, porque no queda de otra y a la larga se ha hecho una costumbre levantarse cada día bajo esas condiciones, y aún así queda un mal sabor de boca cuando uno se aleja demasiado del manzano.

lunes, 3 de septiembre de 2007

De allá

Apenas nos levantamos esa mañana tuvimos que dejar el cuarto. Si mal no recuerdo, ya habíamos abusado de la estadía en el "Ostello" por más de un mes. La situación era complicada, no teníamos un lugar fijo donde llegar y una comisión masiva de chinos había tomado el control de todas las habitaciones del estabalecimiento.
Nos fuimos al parque a dormir un poco, alguna vez había imaginado que sería divertido dormir en algún parque de alguna ciudad sin compromisos ni rutina aparente. Pero estando en la situación descrita me causó temor permanecer ahí más de lo debido, como si una fuerza externa me empujara a rencontrar mi cama bien instalada entre cuatro paredes en el segundo piso de la casa naranja.
Días después me vi sentada en el piso de la estación de trenes comiendo lo más barato que se encontraba en el supermercado. No estoy segura si fue por la ubicación o por traer la misma ropa de dos días antrás que aquel hombre pasó en frente nuestro para ofrecernos limosna de la manera más natural posible.
Rematamos con el departamento clandestino encontrado en San Anselmo donde todos los deshabitados fuimos a parar. Tardamos todo un día y varias arcadas en limpiar aquel lugar que se convertiría en el refugio por exelencia para despojar nuestras valijas y fabricar extensas charlas hasta la madrugada tomando aquel vino barato en jarrones de metal.
Esta mañana amanecí en el cuarto rojo como hace cientos de días y millones de segundos. Todo asegurado y pauteado, con un horario en el bolsillo y pocas historias que contar.